Pero no se da cuenta de ello, hasta que un buen día la vida, o la muerte, lo despierta
Dicen que el guardia civil nace, no se hace. Yo creo que el guardia civil nace, pero, (salvo aquellos que por genes lo llevan desde niños en el ADN), no se da cuenta de ello, hasta que un buen día la vida, o la muerte, lo despierta. Buen día por los sentimientos y emociones que lo ponen en pie. Mal día porque lo que le despierta, no suele ser nada bueno, como fue en el caso del guardia civil Fermín Garcés Hualde (1929 – 2022), fallecido el año pasado a la edad de 93 años.
Fermin fue camionero de profesión hasta que a los 39 años, su vida dio un giro. Fue el 7 de junio de 1968, cuando regresando de Francia con su tráiler, a la altura de Villabona (Guipúzcoa), se enfrentó con los etarras que acababan de asesinar al agente de la Guardia Civil José Antonio Pardines, de 25 años; hijo y nieto de guardias civiles. La primera víctima de ETA, que encabezaría una siniestra lista con más de 800 nombres.
Uno de los asesinos del guardia civil Pardines, Txabi Etxebarrieta, murió horas después en Tolosa en un enfrentamiento con la Guardia Civil. El otro, Iñaki Sarasketa, fue detenido y condenado a muerte; una pena luego conmutada por la de cadena perpetua, hasta que en 1977, por la amnistía, quedó en libertad tras solo cumplir 9 años de condena. Le salió barato.
Poco después de vivir aquella traumática experiencia del 7 de junio de 1968, Fermín decidió bajarse del camión para enrolarse en la Guardia Civil, en la que estuvo en activo hasta su pase a la reserva.
n 2016, 48 años después de que le fuera concedida la MEDALLA AL MÉRITO DE LA GUARDIA CIVIL CON DISTINTIVO ROJO, por su acción el día del asesinato de Pardines, la Ben
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