Juan José Mateos, antiguo miembro del Grupo de Acción Rápida y autor de 'Pikoletos. La derrota de la ETA y la élite de la Guardia Civil', desgrana en ABC cómo eran las pruebas de acceso
El primer día del curso de adaptación del GAR –hoy Grupo de Acción Rápida– no había suficientes sillas para la ingente cantidad de aspirantes. Aquella legión de agentes anhelaba pertenecer a la unidad de élite antiterrorista de la Guardia Civil y enfrentarse a los mal llamados comandos de la ETA. Juan José Mateos jamás olvidará las palabras del superior que les recibió: «Ya veo que no cabéis todos. No os preocupéis, en unos pocos días sobrará sitio». No podía tener más razón. Pocas jornadas después, la sala se quedó casi vacía. Y todo, por unas pruebas que les ponían al límite a nivel físico y psicológico.
Hoy, Mateos recuerda en este podcast de ABC Historia la extensa lista de desmanes que tuvieron que superar para convertirse en verdaderos hombres GAR. Marchar kilómetros y kilómetros cargados de equipo, arrojarse desde desfiladeros, pasar noches enteras en un aljibe con agua hasta el cuello... El objetivo de los instructores era separar el grano de la paja; a los soldados de élite de los aficionados. Y vaya si lo lograron, como bien explica el exagente en sus memorias sobre la unidad: 'Pikoletos: La derrota de la ETA y la élite de la Guardia Civil' (Arzalia). «Muchos volvieron a sus unidades de origen porque era demasiado para ellos», sentencia.
Sueño, cansancio, dolor físico, frío... Todas esas sensaciones se mantienen vivas muchos años después de haberlas padecido. Aunque, a veces, la prueba que más respeto suscitaba era u
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