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sábado, 3 de abril de 2021

El 'bluf Marlaska' y el 'ogro De los Cobos'

 

Otros ministros podrían haber cometido ese inmenso error, delito de lesa democracia, pero no Marlaska, que tantas veces ha protegido celosamente sus investigaciones judiciales







Catorce de junio de 2018; doce días después de la toma de posesión de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno tras ganar la moción de censura a Mariano Rajoy. Fernando Grande-Marlaska acude a su primer acto público como ministro del Interior, la Jura de la XXXII promoción de la escala básica del Cuerpo Nacional de la Policía. Se celebra en Ávila, en el polideportivo de la Escuela de Policía. 

En un campo de césped, con las gradas repletas de familiares, forman los 1.298 nuevos policías. Frente a ellos, en las pistas de atletismo, una mesa larga por la que irán pasando para recoger su diploma. La banda de música afina los instrumentos y todo está a punto para comenzar… 

Pero hay un detalle en el que repara el ministro: en la mesa, hay un crucifijo, junto a un ejemplar de la Constitución. “¿Qué hace ahí esa cruz?”, preguntó Marlaska. “Señor ministro, es para la Jura…”, le dijeron. “Pues quítenla”, respondió imperativo. Y añadió algo que, ahora, se convierte en una frase clave del inexplicable 'bluf' en el que se ha sumido este hombre. “Nada puede hacerle sombra a la Constitución”, justificó Marlaska al ordenar la retirada del crucifijo.

No era una frase al azar porque luego, durante su primer discurso público, volvió a insistir en su determinación para ejercer el cargo de acuerdo a los valores que siempre había defendido, incluso en los momentos más duros, cuando en las redadas contra los terroristas vascos de ETA aparecían los planos de la entrada de su casa, porque estaban decididos a asesinar al juez que de forma tan implacable los combatía: “Creo en el diálogo, en la transparencia y en la verdad.

 Creo en vosotros. Y confío en una España más libre y segura”, le dijo Marlaska a los policías novatos. La política es, en muchas ocasiones, una trituradora de principios y de realidades que deforma el carácter más fuerte.

 Por el aislamiento que conlleva, por la torre de marfil de los despachos y los palacetes, por la pleitesía y los elogios, por la vanidad… 

Quizá eso es lo que le ha pasado a Fernando Grande-Marlaska, aunque no se debe ocultar que hay muchos en su antiguo oficio que piensan que el ministro del Interior ya llevaba consigo la soberbia y la ambición cuando entró en política, que es lo que subyace en la condena por el cese ilegal del coronel Pérez de los Cobos.

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