Catalanes que no perciben la «normalización» de la vida civil en la región denuncian que la persecución separatista sigue vigente al contrario de lo que sostiene el Gobierno. "Más que odio, nos tienen asco"
«Salgo con el uniforme y noto esas caras de desprecio simplemente porque voy de verde y con la bandera de España. Más que odio nos tienen asco». La guardia civil catalana Mila Cívico, 31 años de servicio y afincada en Barcelona, no encuentra rastro de esa «normalidad democrática» que, según el Gobierno de Pedro Sánchez, se ha instalado en Cataluña gracias al despliegue de una política territorial basada en la concesión de las voluntades reclamadas por ERC, que se ha traducido en el indulto de los dirigentes que impulsaron el 1-O, en la supresión del delito de sedición y de la apertura de una negociación bilateral con el Ejecutivo independentista de ERC para explorar un acuerdo que desemboque en una votación sobre el futuro político de la región.
«Sigue habiendo animadversión. Mis hijos no pueden decir libremente en el colegio que su madre es guardia civil. Existe una fijación del Govern por suprimirnos. Que no haya actos vandálicos ahora con la misma regularidad, mientras el Gobierno ha estado pactando, no quiere decir que no se vayan a repetir después de las próximas elecciones. Estamos a merced de los deseos de la violencia callejera. Siempre en alerta. Aquí no vivimos tranquilamente como un guardia civil de Cuenca. Desde el 1-O nos tachan de torturadores, de animales, de lo peor. El desprecio todavía se siente. Y sólo somos trabajadores que representamos a nuestro país y que intentamos impedir una votación contraria a la Constitución», lamenta este miembro de las Fuerzas de Seguridad del Estado.
Engarza Carlos Vegas, juez catalán «exiliado en Madrid». Tras una década ejerciendo en Cataluña, en marzo partió a la capital dejando en Barcelona a s
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