El Tribunal Militar Central confirma las sanciones impuestas contra ambos por la Dirección General tras acreditar que ambos se insultaban y se amenazaban a gritos durante el servicio
Las parejas de la Guardia Civil siempre han parecido muy unidas. Daban el alto a los maleantes coordinados e incluso se turnaban para ejercer de poli bueno y de poli malo. Sin embargo, la realidad es que no todas han funcionado como un equipo. Jacinto y Luis (nombres figurados) patrullaban aquel 27 de junio de 2018 por San Ildefonso (Segovia). El primero, jefe de pareja según la terminología de la Guardia Civil, recibió la orden de detener a una persona que estaba hospedada en una pensión del Real Sitio de San Ildefonso. Se lo trasladó a su compañero, pero ambos comenzaron a discrepar sobre la oportunidad del momento en que tenían que actuar.
Pasaban 30 minutos de la una de la tarde y apenas quedaba media hora para que acabara el turno establecido. La gestión de la detención, por lo tanto, les obligaría a ambos a trabajar más allá del horario previsto. Durante la discusión, Jacinto y Luis se culparon mutuamente del retraso. "Llevas 30 años arreando vacas y perros", le increpó el segundo, más joven y recién llegado de prestar servicio en Torrevieja (Alicante). "Los veteranos os creéis que lo sabéis todo", insistió Luis a su compañero y superior jerárquico, que no tardó en responder a la ofensa. "Esto no es Torrevieja, estoy hasta los cojones de acabar tarde por niñatos como tú", le respondió. "Yo soy el jefe de pareja y a partir de ahora se hace lo que me salga de los cojones", añadió Jacinto, que no había hecho más que empezar su turno de improperios.
"Llevas aquí cuatro días y te crees que lo sabes todo, pero solo eres un prepotente y un subnormal", le faltó. "Hago lo que me sale de los cojones, que llevo aquí 30 años y un niñato que se cree que lo sabe todo porque venga de Torrevieja no me va a enseñar a mí", espetó a su compañero, que reaccionó esbozando una sonrisa. "¿De qué te ríes, subnormal?", le inquirió el mayor de los dos, que no tardó en regresar a la senda del insulto. "Puto niñato, vuelve a Torrevieja", le gritó antes de recriminarle que ambos terminarían tarde el servicio por su culpa y de llamarle "payaso".
Tras el enfrentamiento verbal, los dos detuvieron al presunto delincuente y regresaron al acuartelamiento, donde Jacinto no dudó en dar cuenta de lo sucedido. El jefe de pareja fue hasta el despacho de su superior —un sargento que hacía las funciones de comandante— y le trasladó su versión de lo ocurrido. En concreto, le indicó que su subordinado le había faltado el respeto. El sargento, al ver que era una discusión que se podía resolver en otro momento, ordenó a la pareja acabar con los trámites de la detención y les emplazó para otro momento. El problema de fondo entre ambos, evidentemente, seguía ahí.
El 12 de julio del mismo año, a Jacinto y a Luis les tocó de nuevo formar pareja, aunque esta vez su horario empezaba a las 14 horas y acababa a las 22. Como no podía ser de otra manera, ambos retomaron la relación exactamente donde la habían dejado el anterior 27 de junio. Luis le recriminó a su jefe la "chulesca" actitud que este había tenido hacía dos semanas y le acusó de contar con unos limitados conocimientos profesionales. "Llevamos 30 años en la Guardia Civil de pueblo y no tenemos ni idea", afirmó en un falso plural. "Ningún cateto de pueblo me va a prohibir el móvil", agregó el joven agente mientras su colega se iba calentando por momentos en una escena casi idéntica a la que ambos protagonizaron días antes.
Luis incidió en la falta de profesionalidad de su compañero una y otra vez hasta que este se hartó. "No me hables, pasa de mí", respondió a modo de primera intervención. "En la patrulla se hace lo que yo digo y, si no te gusta, ya sabes lo que tienes que hacer", le apuntó el mayor de los dos, que le insistió en que no le amenazase. "Ahora cuando conduzcas tú haz lo que te salga de los cojones, a mí un niñato no me da miedo", le dijo mientras ambos se trasladaban en el vehículo oficial. La tensión se alargó durante toda la tarde e incluso se extendió al día siguiente, cuando ambos volvieron a coincidir, aún más recrudecida.
"Ya empezamos a tocar los cojones"
La rigidez entre los dos contrastaba con la frescura climatológica de aquel 13 de julio, que apenas alcanzó los 30 grados a primera hora de la tarde en San Ildefonso. Hasta la pitonisa menos experimentada era capaz de predecir que el interior del vehículo patrulla era una bomba de relojería y que ya se había activado la cuenta atrás. Jacinto decidió apagar el sistema de transmisiones del coche y Luis se lo recriminó. "Ya empezamos a tocar los cojones", reaccionó el jefe de la pareja. Era la primera erupción del volcán, que prometía más embestidas.
Y estas no tardaron en estallar. Jacinto decidió parar en la urbanización Carrascalejo, en la población de Palazuelos de Eresma, y Luis se lo reprochó. Le dijo que se iba a "dar por indispuesto", que se lo diría al teniente "aunque fuese mentira". Acusó a su jefe de ser "un sinvergüenza, un mal profesional, un cateto, un paleto" y de no tener "ni puta idea". Le indicó además que "el continuo enfrentamiento" que mantenían le estaba generando "ansiedad" y que iría a "un médico" para darse de baja. Fue entonces cuando el volcán expulsó todo lo que había acumulado. Jacinto se bajó del coche y, como el lobo feroz de los tres cerditos, respiró profundo antes de 'soplar'. "Puto niñato, ya me has tocado los cojones, te vas a cagar, que no tienes seguro, ahora verás", le gritó antes de agarrar su teléfono móvil y llamar al entonces comandante accidental.
Nervioso y exaltado, tal como relata la sentencia del Tribunal Militar Central que ratifica la condena a ambos, le trasladó a su interlocutor que no podía "seguir de servicio" con Luis, porque este no paraba de discutir. Mientras Jacinto estaba relatando el problema a su superior, su compañero se bajó del coche y se puso delante de él. "Eres un chivato y un llorón", le increpó. "No llores, se lo diré al teniente", añadió antes de elevar igualmente la voz. "Tres horas debajo de un chaparro llevamos", se quejó en un tono tan elevado que fue escuchado por el comandante accidental al otro lado del móvil, como declaró este mismo durante el desarrollo del procedimiento judicial. El superior de ambos tomó nota de lo que había oído y se lo comunicó al capitán, que ordenó a ambos ir a su despacho.
Los enfrentamientos entre ambos fueron elevados hasta el coronel jefe accidental de Castilla y León, que suspendió a ambos de empleo y sueldo por protagonizar "una riña o altercado graves entre compañeros", falta contemplada en el artículo 8 del Régimen Disciplinario. Jacinto recurrió la resolución, pero esta fue confirmada por el director general de la Guardia Civil el pasado 11 de abril. El jefe de pareja, sin embargo, tampoco se conformó con la decisión del máximo rango administrativo y recurrió a la justicia. El Tribunal Militar Central, competente para resolver este conflicto, rechazó el pasado diciembre la protesta de Jacinto y confirmó la sanción de seis días sin empleo ni sueldo que había determinado el coronel jefe de Castilla y León.
En esta última resolución judicial, el tribunal togado negó que el procedimiento administrativo hubiera vulnerado la presunción de inocencia del recurrente, pero admitió que había quedado acreditado que Luis tenía un "carácter conflictivo". Sin embargo, aclaró que no era eso sobre lo que tenía encomendado dilucidar el alto tribunal militar, sino que debía resolver en relación con las "continuas discusiones e insultos proferidos por ambos durante los servicios prestados, hecho que queda acreditado con la mera lectura de los informes" que elaboran ellos mismos donde relatan los hechos.
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